10 junio 2008

El son planeco y el arpa grande

Por: Jose Luis Rodríguez 

La cuenca del Río Tepalcatepec ampara por lo menos a 13 municipios de la tierra caliente michoacana que tiene como epicentro a Apatzingán. Ese mismo río nutrirá más adelante al Río Balsas, que penetra la tierra caliente de la región de Huetamo y va a dar al mar por el rumbo de Ciudad Lázaro Cárdenas.

Tales aguas han vitalizado las tradiciones de esa calurosa franja, que se emparentan por los bailes regionales que responden al son, al gusto, al jarabe y a las respectivas dotaciones musicales de tamborita –en Huetamo-, contrabajo –en Turicato- y arpa grande –en Apatzingán.

Conjunto de mariache o mariachi antiguo, se le llamaba “conjunto de arpón”1 a las solidarias cuerdas de arpa, violines, vihuela y guitarra de golpe o “colorada”. Este conjunto predominante en una región sin límites culturales, pero delimitada políticamente en tres estados: Jalisco, Colima y Michoacán. En este último se le conoce como conjunto de arpa grande.

La denominación de “conjunto de arpón” responde precisamente al tamaño del arpa que, si bien tiene 36 cuerdas como otras arpas de México y de América, el tamaño de la caja suele ser más grande y sirve también para ser “cacheteada”, esto es, percutida, labor de acompañamiento y muestra de africanía que ha tenido célebres cultivadores, entre ellos el legendario y ya fallecido Timoteo Mireles El Palapo.

Del centro del estado hay que llegar a Uruapan para descender hacia la tierra caliente; las grandes montañas comienzan su levedad hasta convertirse en una planicie que es conocida como el Plan de la Tierra Caliente.

Allí se asienta una de las formas del son más alegres y ruidosas. Los sones antiguos tienen, por lo regular, nombres de animal, de plantas o de flores. Famosos son los sones La puerca, El jabalín, El venado, La gallina, El caballo.

Parte de la fama del conjunto de arpa grande se debe a que es depositario de la valona, una forma de la décima octosilábica en glosa, que tiene la característica de añadir una cuarteta de despedida al finalizar la glosa. Emparentada con la valona guanajuatense, queretana y potosina (de alguna manera remanentes del antiguo obispado de Michoacán), la décima que se cultiva aquí es parte de las centenarias tradiciones populares de Iberoamérica, estudiadas, entre otros, por Vicente T. Mendoza. 2

Aunque la ciudad de Apatzingán es el centro político y económico de la región (el Valle de Apatzingán, la Olla de la Tierra Caliente, la Cuenca del Tepalcatepec), varios municipios comparten la tradición sonera y valonera del Conjunto de Arpa Grande. Agrupaciones de este tipo hay en Aquila, La Huacana, Ario, Coalcomán, Aguililla, Tepalcatepec y otros municipios de la región y más lejos aún, como Artega y la zona costera.

La cadena de la tradición va de padres a hijos, de abuelos a nietos, de tíos a sobrinos. Cuando algún pariente emigra a los Estados Unidos (arraigada costumbre en el campo mexicano), suele romperse la cadena tradicional y se pierden las capacidades y modos musicales. Pero las valonas continúan existiendo en el repertorio de los grupos de arpa grande.

Según Raúl Eduardo González 3 existe la posibilidad de un cuaderno donde fueron apuntadas una buena cantidad de valonas, de donde sacaba las letras un legendario valonero, El Venado. De ese cuaderno abrevaron valoneros que ya fallecieron.

El son, por su parte, es una fórmula tradicional que se hereda familiarmente y se comparte en casi todo el país. Nombres y tonadas de sones se repiten en los distintos repertorios nacionales. Las letras pasan de manera natural a la vida cotidiana y son “masticadas” en las jornadas de trabajo, en las caminatas, en las horas de descanso.

Existe un amplísimo repertorio de sones tierracalenteños, conocidos popularmente como sones calentanos y, por ser oriundos de la planicie apatzinganeña, como sones planecos. El son planeco tiene su fuerza en la tradición campesina, donde música, danza, vestuario, comida, bebida, religiosidad y fiesta son un todo indisoluble. Sacar al son de ese contexto es disminuir su vitalidad, aunque en cualquier tarima del mundo puede mostrar las virtudes de su sonoridad y la armonía de su dotación instrumental, donde se fusiona el mestizaje de México con la influencia del golpeteo y síncopa africanos.

2003

1 ÁLVARO OCHOA. Mitote, fandango y mariacheros, El Colegio de Michoacán, 1994
2 Vicente T. MENDOZA La décima en México, Buenos Aires, 1947
3Raúl Eduardo GONZÁLEZ. El valonal de la tierra caliente, Jitanjáfora, Morelia 2002

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