04 enero 2009

Crónica del Cine de autor mexicano (Parte 1)

Christian Vilches Lizardi.
León, Gto., Noviembre de 2008

Para alcanzar a tener una visión panorámica del cine mexicano que llega a las salas comerciales y cineclubes, es preciso comprender dos cosas elementales que han cimentado lo que hoy es el cine en todo el mundo: los Actores y los Autores.

Mi poca experiencia como difusor del cine ha bastado para notar la marginación que sufren los que tienen la responsabilidad intelectual y artística en las películas: Los autores. Ellos a mi ver son los creadores, en muchas de sus obras, de los personajes y los acontecimientos que suceden en ellas, los cuales se dan gracias a su intelecto y capacidad de llevar a cabo lo que su imaginación les planteó.

Al hablar de los autores del cine, no únicamente me refiero a estos franceses que dieron nombre con su invento al que se denominaría a futuro como el séptimo arte; sino también a las mujeres y hombres que sufragaron con su ingenio para formar desde las primeras luces lo que hoy es una gran llama que brilla en todo el mundo.

Cuando se platica con las personas sobre tal o cual película, sea de la época que sea, siempre se menciona a la actriz o actor que interpretan a alguno de los personajes; contadas son las ocasiones en las que uno, incluido yo, conoce el nombre del guionista, del director de fotografía o arte, del compositor de la banda sonora y del director del filme y considero que es en ellos en quien se fue esbozando pieza por pieza un cine que se consolidó firmemente para que las masas disfrutaran en un par de horas un trabajo de meses, inclusive de años, donde los autores inmiscuidos rebasan en la mayoría de las situaciones al número de actores.

Los primeros pasos que dio el cine en México se debieron a los extranjeros desde su arribo; cuando los hermanos Louis Jean y Auguste Marie Louis Nicholas Lumière mandaron a unos emisarios quienes visitaron el Castillo de Chapultepec donde frente a Don Porfirio Díaz en 1896 proyectaron sus primeras 10 películas (cortometrajes) en el aparato patentado un año antes bajo el nombre de Cinematógrafo. Por supuesto que no es necesario extenderme en relación al amor que tendría este mandatario por un aparato de invención francesa. 

Lo que sí vale la pena mencionar es que el mandatario sería filmado en El Presidente de la República Paseando a Caballo en el Bosque de Chapultepec junto con otros 35 cortometrajes (todas las películas eran de un rollo) en la capital del país, en la ciudad de Guadalajara y en el puerto de Veracruz. 

El programa de las primeras proyecciones que llegaron desde Europa a México estaba constituido por diez películas de 17 metros, entre las que se encontraban Partida de Naipes, protagonizada por miembros de la familia Lumière, La Llegada del Tren (obra de gran impacto porque se veía un tren en dirección a los espectadores que se sorprendían), y, sobre todo, Salida de los Obreros de la Fábrica Lumière, la primera cinta rodada por los hermanos y un importante documento social antecesor de los primeros documentales. 

El personaje mexicano (implicado en la historia del cine) por el que iniciarían estos eventos fue Salvador Toscano Barragán, de quien se sabe era un ingeniero de minas quien a raíz del éxito que vio, pensó que sería un buen negocio y por ello se convirtió en distribuidor ambulante e introductor del cine en México. También fue realizador de documentales sobre la Revolución Mexicana, los cuales, fueron reunidos en 1950 bajo el título Memorias de un Mexicano. Toscano Barragán es considerado autor de la primera película de ficción mexicana, cuando creó, en un solo rollo, en 1898 su obra: Don Juan Tenorio.

Cuando los hermanos Lumière vieron la buena respuesta, vinieron a principios del siglo XX para filmar diversos cortometrajes sobre escenas mexicanas, como El Cuerpo de Soldados Rurales o El Canal de la Viga, todos aún durante el periodo de la dictadura de Porfirio Díaz.

Muchos años antes, en 1824 Peter Mark Roget hizo un descubrimiento del que publicó un importante trabajo científico con el título de Persistencia de la Visión en lo que Afecta a los Objetos en Movimiento, en este documento sostiene que el ojo humano retiene las imágenes durante una fracción mínima de segundo, esto después de que el sujeto deja de tenerlas delante, este hecho fue el detonante para que muchísimos científicos trataran demostrar esta teoría.

En 1896 el ilusionista francés Georges Méliès demostró que el cine no sólo servía para grabar la realidad, sino que también podía recrearla o falsearla. Con estas imaginativas premisas, hizo una serie de películas que exploraban el potencial narrativo del nuevo medio, dando inicio al cine de una sola bobina. En un estudio en las afueras de París, Méliès rodó el primer gran filme puesto en escena cuya proyección duró cerca de quince minutos: L’Affaire Dreyfus (El caso Dreyfus, 1899) y filmó Cendrillas (Cenicienta, 1900) en 20 escenas.  
CONTINUARÁ…

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1 comentario:

Rober dijo...

Coherente, intersante, de buena lectura y amable redacción. Así encontré esta primera parte de tu ensayo, mi querido Cristian. Me sorprendió, incluso, estos datos de los primeros cortos hechos en México y del papel de este minero en los primeros años del cine en el país. Espero, sino con ansia, sí con mucha curiosidad la siguiente entrega (ruego que no sean más de tres) para saber (espero) justo lo que me llevó a leer tu escrito, qué pasa con el cine de autor en México.
Saludos maestrazo
Rober.