Por: Tita B.G.
Uno a uno los músicos se perdieron en el andar de un ritmo que camina con zapatos de melancolía, de encuentros y desencuentros con los recuerdos, de dureza y fragilidad, de libertad o como diría Astor de Libertango, convirtiendo a la música en una balada para todos los locos que nos encontrabamos ahí. Tan suaves como el movimiento del agua por el viento, pero
pero al mismo tiempo melancólicos, los quejidos del bandoneón, el rasgueo de la guitarra, fueron obligados a salir un par de veces más, aún cuando ya se había terminado el programa, a causa de una ovación de pie. Un exquisito silencio para escuchar de nuevo la maestría con la que interpretan los músicos, ahora sin la orquesta, solos, nos fuimos de viaje, una vez más.
pero al mismo tiempo melancólicos, los quejidos del bandoneón, el rasgueo de la guitarra, fueron obligados a salir un par de veces más, aún cuando ya se había terminado el programa, a causa de una ovación de pie. Un exquisito silencio para escuchar de nuevo la maestría con la que interpretan los músicos, ahora sin la orquesta, solos, nos fuimos de viaje, una vez más.
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