Por: Paola Arenas
Todos tenemos gustos ocultos, algunas flacas por el chocolate lleno de calorías, algunos machos por las novelas de televisa, algunos vegetarianos por un buen pedazo de carne, y algunos seudo intelectuales por divertimento del pueblo. Este último caso es el mío, hoy he de confesar mi afición por la Lucha Libre.
Desde que el buen Octagón era delgado y caminaba por las cuerdas, he admirado a los luchadores que noche a noche arriesgan su vida sobre un ring, en una mezcla perfecta entre arte y deporte, y sí, dije arte, porque al final de cuentas es una representación escénica, los elementos están dados, cada luchador tiene un personaje singular, con características particulares, perfectamente delineado, tenemos a los protagonistas y antagonistas, hay una escenografía, utilería, iluminación, musicalización, hasta un guión existe, como negar las similitudes a una puesta en escena.
Evidentemente es un deporte, así fue creado y manejada desde sus inicios, los partícipes son atletas bien entrenados, capaces de resistir grandes cargas físicas, golpes y demás implicaciones que la lucha tiene. Estos atletas son la representación de lo que muchos mexicanos desearían ser, han llegado a convertirse en símbolos sexuales y figuras admiradas por ambos géneros sin represalia alguna, al grado de hoy en día encontrarnos luchadores Gays como Máximo, o Metrosexuales como los Guapos VIP con su guapito; infinidad de clichés salen a relucir dentro de un ring y los roles sociales son perfectamente identificados, evolucionan junto a nuestra sociedad y pudieran ser un patrón de estudio muy interesante.
La eterna lucha entre el bien el mal, entre rudos y técnicos es el pretexto perfecto para ir a gritar un par de insultos y sacar el estrés de la oficina, la casa, o cualquier otra cosa, así nos encontramos a público de todos los estratos sociales, profesiones y edades, reunidos para ver aquello con que mucho sueñan.
En nuestra cultura, la lucha libre se ha convertido en icono mexicano, siendo de los pocos países que tienen un héroe de carne y hueso, obviamente hablamos del Santo, que peleó contra las momias de Guanajuato, vampiros, zombis, y todo lo que nos pudiéramos imaginar, venció a todos los luchadores, y cruzó fronteras con su mascara plateada, hoy lo llevamos en playeras, llaveros, hasta en caricaturas echas en otros países, pero lo más importante en el corazón.
La afición por la lucha libre es algo muy especial, es el momento de olvidarse de todo y disfrutar de un espectáculo cuerpo a cuerpo, al igual que tantas otras aficiones, sólo que ésta es particularmente mexicana, del pueblo mexicano, a pesar del rechazo común entre la gente que pretende ser “culta”, “intelectual” o demás términos que indican superioridad, este espectáculo merece al menos una oportunidad de ser disfrutado y juzgado, no es para todos, pero habremos algunos que la disfrutaremos siempre.
1 comentario:
admirada amiga:
he abierto todos los días
mi correo para visitar tu página de cacahuate (del cual me confeso adicto, tanto de tu página como de la gramínea)y espero, con muchas ganas de leer tu reseña sobre nuestra participñación dentro de la muestra de teatro leonés...
don juan, ¡te llamas!, se presnta los miércoles de noviembre en contrapunto, 9:30 pm.
esperamos contar con tu presencia y tus valiosos y bien escritos comentarios...
eulalio nava
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