J. L. Rodríguez Ávalos
La cultura es una herramienta que nos sirve para vivir a diario dentro de cierta coherencia con el mundo y con las demás personas.
Así como vivimos diariamente entre dos mundos –por lo menos- y pasamos de uno a otro sin darnos cuenta: el mundo de las cosas, de lo visible y que está fuera de nosotros, de las personas y los objetos, al que llamamos mundo objetivo, y el mundo que no se ve, el de los sentimientos, las sensaciones, las ideas, los proyectos y que está dentro de nosotros, al que nombramos mundo subjetivo, de la misma manera transitamos dentro de la cultura sin darnos cuenta.
La cultura está dividida en muchas secciones que tampoco vemos, pasamos de una a otra y ni nos enteramos. Para entender al mundo, los griegos antes de Cristo fueron poniéndole nombre a todo. Pero la palabra cultura nació mucho después, en la Roma imperial, y a nosotros nos llegó a finales del siglo XIX, pero se comenzó a utilizar en el sentido al que nos estamos refiriendo, apenas a mediados del siglo XX y aún no se entiende muy bien para qué sirve.
Es como el cultivo de la tierra, donde se siembran semillas que habrán de transformarse en plantas que luego darán frutos, dentro de un proceso que requiere cuidados, ya sea fertilización, enriquecimiento de la tierra, protección contra alimañas, etc.
La idea de la cultura es similar, cada persona que nace es sembrada en el mundo y requerirá muchos cuidados para que crezca sana, hasta convertirse en joven y adulta y comience a dar frutos.
Claramente se puede entender que cada quien nace en surcos diferentes. Aún naciendo de la misma mamá y el mismo papá, los dos, cinco, siete hermanos y hermanas tendrán realidades diversas y cada cual será diferente, tienen el mismo origen pero su carga cultural no es la misma y les llevará por senderos difíciles de predecir.
Porque el ámbito cultural puede ser uno solo para una comunidad, pero ofrece segmentos que determinarán las diferencias entre un ser y otro, porque esta vida, señoras y señores, se hace mediante diferencias, cada persona es única y parte de una gran diversidad llamada humanidad.
Todas las personas tenemos la sensación de que, por el solo hecho de vivir en sociedad, tenemos algunos derechos que desconocemos.
No hay una cultura de los derechos humanos sino a últimas fechas, que los gobiernos han descubierto –en todo el mundo- la prebenda que es aceptar a los derechos humanos como una forma de vida, sobre todo ante el avance del militarismo y la delincuencia, que suelen ser lo mismo.
Si no se sabe qué son los derechos humanos, menos se va a saber cómo pueden defenderse. Y la defensa de los derechos individuales es una nueva cultura que trata de devolver a las personas el sentido de humanidad que la globalización ha puesto en jaque, ya que ese sistema económico mundial –del cual deriva el neoliberalismo- se basa en la dinámica de los mercados y ve a las personas solamente como clientes de esos mercados.
Hemos dejado de ser personas para convertirnos solamente en consumidores, el engaño ha sido perfecto porque fue perfeccionado por los medios de comunicación: la prensa, la radio, la televisión y el internet.
Inicialmente, la globalización pretendía dinamizar los mercados en la búsqueda de una repartición más o menos equitativa de la riqueza. Pero el esquema fue operado por el neoliberalismo, que es una actitud esquemática de los dueños de los capitales y de los medios de producción, quienes veían a los pobres como un mal necesario, pero estaban dispuestos a compartir las sobras del pastel. Pero, al mismo tiempo, compraban cualquier iniciativa siempre y cuando dejase ganancias. Por ejemplo: el cáncer es una enfermedad que lo mismo da a pobres que a ricos. Entonces, los ricos compran las campañas publicitarias contra el cáncer y obtienen enormes ganancias haciendo creer que salvarán al mundo de esa nefasta enfermedad. El resultado es que por cada rico que muere de cáncer, hay cincuenta mil pobres que mueren por el mismo motivo.
Las culturas, que son frágiles, han sido penetradas brutalmente por la avaricia económica y el resultado es mortal para la humanidad: los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Propiciar una cultura de los derechos humanos ayudaría a revertir esa brutal, inhumana política neoliberal que nuestro gobierno ha adoptado. Para ello, cada persona debe despertar su conciencia y convertirse en defensora, por lo menos, de sus propios derechos. Pero se entiende que, al defender los derechos de las demás personas, estamos defendiendo los propios y esto enriquece la visión que de la humanidad pueden tener los pobres de la tierra, que son legión.
1 comentario:
que buen tema! esta muy bueno y bien explicado
gracias por haber prestado tu tiempo en ayudarnos....
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