Christian Vilches Lizardi.
Escuela de Vagabundos de 1954, El Río y la Muerte, obra del mencionado Luis Buñuel que aborda los conflictos de culturas entre los pueblos y la ciudad del año 1954, El Vizconde de Montecristo otra película de comedia protagonizada por Germán Valdés (1954), Ensayo de un Crimen (1955), El Inocente (1955), Lo que le Pasó a Sansón (1955), El Médico de las Locas (1955).
El Gato sin Botas (obra familiar con botargas de 1956), Ladrón de Cadáveres (1956), La Muerte en este Jardín (1956), Torero (1956), El Vampiro (1957) y La Cucaracha (1958) son algunos nombres relevantes en los que se encapsula toda la época de oro del cine mexicano. Todo este periodo es sinónimo también de vacas gordas para la industria completa, para los sindicatos y para todos los actores y actrices que venían de todas partes del mundo para llegar a ser alguien en la farándula que, al pasar estos años, se vendría terminando, hasta decaer y precipitarse de manera fatal.
Todavía en las periferias del mejor de los tiempos para la industria fílmica mexicana, Roberto Gavaldón (que lo mencioné como caso especial que debiera estar en la lista del cine de oro) estrenó Macario en 1960. En esta película el guión fue responsabilidad de Bruno Traven, un norteamericano que había venido a trabajar al sur del país y que en sus ratos libres escribía novelas y posteriormente guiones, e incluso se supo que Bruno adoptó la nacionalidad mexicana… qué contraste.
Luis Buñuel y Silvia Pinal trabajarían en Viridiana en 1961 (rodada en España) y posteriormente Ángel Exterminador. Ismael Rodríguez Ruelas, grandísimo director de cine que se atrevió a invitar a una leyenda del cine mundial y sobre todo del cine japonés como lo fue el grandioso Toshiro Mifune que vendría a representar un papel importante como indígena en Ánimas Trujano en 1961, alcanzando una nominación al Oscar a Mejor Película Extranjera. Mifune había sido por años el actor más importante de Akira Kurosawa (director de los Siete Samurai y de Kagemusha: la sombra del guerrero, entre otras).
Los años avanzaban y el cine era cada vez más pobre pero había quienes hacían la resistencia: Luis Alcoriza debutó como director con la película Tarahumara en 1964 (Alcoriza fue quien escribió el guión para Los Olvidados en 1950). Un año más tarde apareció el hombre que luchó por el lado de lo artístico haciendo la diferencia en el cine nacional los últimos 20 años hasta los repuntes del final de los 90: Arturo Ripstein (Hijo del también cineasta Alfredo Ripstein) quien en Tiempos del Silencio (1965) hizo su ópera prima.
La crisis era tal y las producciones escaseaban; algunas eran peor que malas (salvo pocas), al grado que los estudios Churubusco terminaron rentándose a partir de 1983 a diestra y siniestra. El mismo Arturo Ripstein sería uno de los que más lo hiciera pero la nostalgia necesita dinero y pues la gloria se esfumó.
De estas fechas hasta los 90 por fortuna no se dejó de producir cine, eso es obvio; lo único que sucedió fue que se filmaba un cine menos comercial, con obras como Raíces en 1954, de Benito Alazraki. Otro ejemplo lo es ¡Torero! de 1956, realizada por Carlos Velo.
Trabajo que fue imitado a manera de estilo por los directores Juan José Gurrola, Alberto Isaac, Sergio Véjar. Alberto Gout filmaría Estrategia Matrimonial en 1966 y Servando Gonzáles haría Viento Negro (1964). Surgiría la figura de otro grande de la historia nacional bajo en nombre de Alejandro Jodorowski del cual destacan muchísimas obras como El Topo, en 1970, La Montaña Sagrada, en 1972 y muchas más.
Las difíciles décadas de los 60 y 70 verían llegar a Felipe Cazals, quien se fuera a estudiar a Paris para volver con Los que Viven Donde Sopla el Viento Suave, en 1974; El Apando, de 1975, y Canoa, en 1976 (difícil de ver por su realidad cruda), pero aunque siguió produciendo hasta el día de hoy, su fama y prestigio se ha ido extinguiendo. Cazals estrenó la muy famosa Emiliano Zapata en 1970, luego de realizar esta obra, el director se infiltró de lleno en el experimentalismo de la nouvelle vague (francesa) que le llevaría a explorar los limites en lo bizarro como lo hizo a la postre con Canoa y las Poquianchis.
Éste era un cine de culto, considerado sólo para conocedores y curiosos, que además era difícil de tener la oportunidad de ver en cines por que ya no había salas que las proyectaran. La preferencia del público iba a las superproducciones de Hollywood de los setentas y ochentas: Star Wars, Back to the Future, Indiana Jones, etc., y las nacionales: Santo contra las Momias de Guanajuato, Chabelo y Pepito contra los Monstruos y Las Verduleras I, II, II y IV y el interés fue cada vez menos hasta desaparecer con las crisis de esos años. Para lo que sobrevinieron producciones con alta censura por el gobierno y con temas como las ficheras y situaciones familiares.
Lo que se puede rescatar es que se nacionalizó por completo el cine, debido a que no le interesaba a nadie (extranjero por supuesto) en invertir de ninguna manera, llegando a la quiebra entre 1979 y 1984. Durante esos años muchos directores emigraron porque los productores se habían extinguido completamente del panorama artístico.
Debemos entender a esta crisis y la posterior hondonada como el letargo necesario para que las nuevas generaciones se limpiaran de todos los estigmas que arrastraba el cine en toda la segunda mitad del siglo XX. Porque así surgirían en un nuevo ciclo; que aunque no lo sería ni en cantidad o poder de la producción, sí sería la intención clara y firme de hacerlo mejor.
Los temas de las películas en este periodo de “evolución” (llamémosla así) eran muy crudos y sus escenas sexualmente explícitas, como La Tarea de 1991 (Jaime Humberto Hermosillo). Se estrenarían obras sobre sucesos políticos recientes, como la masacre de estudiantes en Tlatelolco en 1968, dirigida por Jorge Fons con la película Rojo Amanecer en 1989. Inclusive se reestrenaron o reeditaron películas que habían sido prohibidas en el pasado.
Partes esenciales en el resurgimiento de la Industria Fílmica Mexicana, son las instituciones y órganos de gobierno que fueron dando frutos en este tiempo y que se fueron consolidando, como la Universidad Nacional Autónoma de México o la Universidad de Guadalajara, que forman desde la educación a los que hacen cosas importantes a partir de 1991; el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), que desde un inicio permitió la realización de producciones capaces de competir en los mercados y festivales exteriores.
Alfonso Cuarón (que había hecho la serie de televisión La Hora Marcada junto con su hermano y donde conoció a Guillermo del Toro), filmó Sólo con Tu Pareja en 1991. Todo sucedió por casualidad, porque otra película que ya tenía el apoyo del IMCINE no pudo rodarse y Sólo con Tu Pareja no tenía director y junto con Emmanuel Ludezki en la fotografía (quien obtendría 4 nominaciones al Oscar en 1995, 1999, 2005 y 2006) hicieron una de las películas más notables de esta década.
Alejandro González Iñárritu, quien figuraría hasta el siglo siguiente con Amores Perros (2000), ya era el director de canal 5 y el más reconocido de Televisa por su juventud. González en 1991 debutó con un mediometraje de nombre Detrás del Dinero (con la participación del chico Almodóvar Miguel Bosé y la producción de Televisa).
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