Por: Paola Arenas
En pocos años el Internet se ha vuelto parte de nuestra vida, un medio de comunicación donde es nuestra elección tener la personalidad real de nuestras vidas o permanecer anónimo. A partir de este estilo de comunicación en que el mundo se hace pequeñito, hemos visto casos en los que parejas se reúnen a pesar de kilómetros, culturas distintas etcétera. Este montaje retrata la búsqueda de algo más, la búsqueda de satisfacción, la inquietud por lo desconocido.
Ella (Ana Coiquetti) se suscribe a un sitio para encontrar a alguien que cumpla con una fantasía sexual, sin más que ofrecer que el placer de realizar una fantasía, y entonces aparece Él (Hernán Mendoza), un hombre un poco temeroso ante esta nueva experiencia. Ambos cuentan a una psicóloga (Natalia Traven), la historia cada quién por su parte, mientras esta relación con todo y sus reglas de no hablar de cosas personales, se va convirtiendo en una necesidad, y se involucran, sin decirse los sentimientos.
El montaje tiene un ritmo que por momentos llega a caerse, un poco lento, sin embargo el trazo escénico y la escenografía dan gran fuerza al montaje al tener una escenografía muy práctica en la que con dos paredes y una puerta giratoria al fondo llenos todos de cuadros de distintos tamaños y colores, que son un poco desconcertantes al principio, empiezan a tomar forma cuando los actores meten y sacan elementos de estas paredes, como mesas, sillas y una cama; el trazo hace que el público no se pierda en los momentos en que con los tres personajes en escena, estamos presenciando dos situaciones distintas y no interactúan personajes entre sí.
El público recibió bien a los tres actores, que al final pidieron un aplauso para el productor leonés, que por primera vez se atrevía a traer teatro a su ciudad natal, cosa de aplaudirse y agradecerse, ya que pocos productores se animan a tomar este gran riesgo.
En pocos años el Internet se ha vuelto parte de nuestra vida, un medio de comunicación donde es nuestra elección tener la personalidad real de nuestras vidas o permanecer anónimo. A partir de este estilo de comunicación en que el mundo se hace pequeñito, hemos visto casos en los que parejas se reúnen a pesar de kilómetros, culturas distintas etcétera. Este montaje retrata la búsqueda de algo más, la búsqueda de satisfacción, la inquietud por lo desconocido.
Ella (Ana Coiquetti) se suscribe a un sitio para encontrar a alguien que cumpla con una fantasía sexual, sin más que ofrecer que el placer de realizar una fantasía, y entonces aparece Él (Hernán Mendoza), un hombre un poco temeroso ante esta nueva experiencia. Ambos cuentan a una psicóloga (Natalia Traven), la historia cada quién por su parte, mientras esta relación con todo y sus reglas de no hablar de cosas personales, se va convirtiendo en una necesidad, y se involucran, sin decirse los sentimientos.
El montaje tiene un ritmo que por momentos llega a caerse, un poco lento, sin embargo el trazo escénico y la escenografía dan gran fuerza al montaje al tener una escenografía muy práctica en la que con dos paredes y una puerta giratoria al fondo llenos todos de cuadros de distintos tamaños y colores, que son un poco desconcertantes al principio, empiezan a tomar forma cuando los actores meten y sacan elementos de estas paredes, como mesas, sillas y una cama; el trazo hace que el público no se pierda en los momentos en que con los tres personajes en escena, estamos presenciando dos situaciones distintas y no interactúan personajes entre sí.
El público recibió bien a los tres actores, que al final pidieron un aplauso para el productor leonés, que por primera vez se atrevía a traer teatro a su ciudad natal, cosa de aplaudirse y agradecerse, ya que pocos productores se animan a tomar este gran riesgo.
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