Ex alumnos del taller de teatro de la Casa de la Cultura Diego Rivera.
Por: Luis Mauricio Martínez
El escenario del Teatro María Grever arropó, a través de aplausos, actuaciones, palabras y algunas lágrimas, el recuerdo vivo de uno de los pilares de la industria teatral de León y la región: Javier Avilés.
¿Cómo recordar a un productor y director teatral, cómo hacerle honor a su labor en vida? La respuesta la tuvieron varios de sus alumnos, de sus aprendices: en el escenario, con el diálogo y la actuación vivos. Así, el pasado sábado 20 del presente mes, amigos, familiares, actores, directores, productores, teatreros… en fin, parte de la comunidad artística de la ciudad se reunió en el recinto mencionado, no a recordar el deceso de un entrañable amigo, sino a reafirmar que sigue vivo a través de su legado artístico. Once ex alumnos del homenajeado escenificaron cuatro puestas en escena que tiempo atrás montaron. Lo rescatable es que se respetó de manera íntegra la dirección escénica del señor Avilés.
Las piezas presentadas: dos de Tennessee William: La marquesa de Larkspur Lortion y Háblame como la lluvia, de esta última cabe mencionar que el texto es sencillamente hermoso, casi poético. Las otras dos piezas: El portal de Belén, de Enrique Alonso, una pastorela de corte cómico bastante agradable; y Desde algún lugar de la selva citadina de Héctor Berthier, que es una historia que a manera de pequeños actos aislados nos narra la situación que es común en Chiapas: guerrillas, dolor, muerte, incertidumbre y la postura del gobierno ante la situación.
Las cuatro piezas se presentaron de manera decorosa, si hubiese que hacerse crítica, el acto titulado Reporteros de lo insólito perteneciente a Desde algún lugar de la selva citadina, fue el que más quedó debiendo en cuestiones técnicas por parte de los actores.
A los largo de casi tres horas, y con solo un intermedio, se dio revista al trabajo de Avilés. La presentación es criticable, hubo ciertos detalles: cuestiones de dicción, de volumen, de fluidez, el punto es que todo eso no importó. Pasó a un segundo plan. Se impuso el sentimiento de recordar, de vivir, de sentir minuto a minuto, en cada diálogo, en cada trazo escénico, en cada paso dado sobre el escenario a Javier Avilés.
Las cuatro piezas se presentaron de manera decorosa, si hubiese que hacerse crítica, el acto titulado Reporteros de lo insólito perteneciente a Desde algún lugar de la selva citadina, fue el que más quedó debiendo en cuestiones técnicas por parte de los actores.
A los largo de casi tres horas, y con solo un intermedio, se dio revista al trabajo de Avilés. La presentación es criticable, hubo ciertos detalles: cuestiones de dicción, de volumen, de fluidez, el punto es que todo eso no importó. Pasó a un segundo plan. Se impuso el sentimiento de recordar, de vivir, de sentir minuto a minuto, en cada diálogo, en cada trazo escénico, en cada paso dado sobre el escenario a Javier Avilés.
La función terminó, los actores salieron a agradecer los aplausos y las lágrimas fueron inevitables. Se le entregó un ramo de flores a la madre de Avilés, quien agradeció al público su asistencia a ese homenaje póstumo.
Pudo gustar o no el trabajo presentado, criticar de manera positiva o negativa la idea de ese homenaje, ser partidario del trabajo que alguna ve hizo Javier Avilés, lo cierto es que para bien o para mal de los involucrados, él es un pilar en los menesteres teatrales de León y de la región, prueba de ello es que su trabajo sigue presente y se sigue disfrutando.
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